Conocer idiomas no sirve para nada *

En la vida normal, cotidiana, o aún mejor dicho profesional, conocer idiomas y las culturas que llevan no “sirve” para nada. Aquí pongo comillas porque el verbo servir se utiliza mucho en nuestro mundo: todo tiene que ir rápido y tener un objetivo bien preciso. En nuestra sociedad, la carrera importa, hay que tener buen trabajo, que sea bien pagado, tener cosas, dinero, más cosas, y más dinero.

Esto lo veo y lo siento cada vez que la gente me pregunta qué hago en la vida. Yo estudio inglés, les digo (también les podría decir que canto cuando me baño y que hago yoga y que ando en bici, ya que todo esto también lo hago, pero parece que no les suena tan buena respuesta como lo que “realmente” hago). Con ojos grandes la gente me mira, medio incrédula; veo escrito en su mirada, para qué puto carajo (sí, así lo leo) sirve estudiar inglés, y además qué tipo de trabajo puedes conseguir con esto, o sea, quieres ser profesora de inglés?

Humor argentino - La Mafalda de Quino

Humor argentino – La Mafalda de Quino

Claro, nunca lo dejo así, “inglés”, sin nada más. Otra gente tiene el lujo de decir una sola palabra o poco más, como que estudia comunicación, fotografía, administración de empresas, o para ser periodista, panadero, dibujante, qué sé yo. Yo no puedo dejarlo así. Tengo que explicar lo que significa, que no, no me paso el día estudiando las obras de Shakespeare (aunque en cierto punto lo tuve que hacer, y lo siento, no me gustó tanto). Sí, me gusta leer, pero lo que leo se llama (aunque no se reduzca a esto) lingüística, que es como una ciencia de los idiomas. Trata de estudiar los idiomas en sí, o más, cómo funcionan los idiomas, es decir cómo se aprenden, cómo son usados en la sociedad por la gente, cómo evolucionan, cómo los cambios operan y cómo ellos son vistos por el mundo.

Sin embargo, hoy no quiero hablar de eso. Quiero contarles que aunque la sociedad no vea tanto la utilidad de saber idiomas, a mí esto me parece muchas más cosas que solo útil. Hace pocos días tuve la oportunidad de vivir algo que sin hablar otros idiomas no hubiera podido pasar – y ya sé que mucho de lo que me pasa cada día puede ocurrir porque entiendo y hablo más que mi lengua materna. Y esto solo es un ejemplo, pero ni me quiero imaginar todas las otras experiencias que me habría perdido si no hubiera hablado estos tres idiomas.

En la vida real, en la vida que todos vivimos, en el día a día, me siento muy agradecida de hablarles bien, además dos de los cuales son hablados por millones de personas en el mundo, lo que significa que con tantas más personas podría hablar, y tantas más historias podría entender, y tantas más experiencias únicas (tan distintas y a la vez tan similares a otras, porque humanas) me podría hacer.

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En la vida real, en la vida en la que tengo que pasar horas buscando algún puesto que tenga sentido con lo que haya aprendido (y comiéndome el coco con ello), yo la verdad es que me siento muy rica. Conocer idiomas y conectar con la gente local o viajera, muchos días me basta (y por esta misma razón me sorprende la gente que consigue hacer cosas sin pasión, para solo hacerse rica (de plata). O más, no me sorprende, que ya en el mundo esto es normal, solo que me pregunto cómo lo hacen, que yo con mucha dificultad hago algo sin que tenga sentido, que sea para mí misma, la gente, el planeta; sin sentido nada sirve. Perdón, ya se terminó el paréntesis). Y esta riqueza no se cuenta con cifras (por suerte, porque a las cifras no les gusto), no se cuenta en absoluto, sino se siente, se vive, y ya.

Con hablar idiomas se puede entender a la gente con culturas tan distintas como los idiomas en sí, se puede escuchar música y entender, hasta cantar, se puede buscar recetas de otros países para cocinar, se puede reír de más bromas, más situaciones de vida, se puede abrazar y besar de otra manera, se puede bailar, se puede comer, se puede rezar, se puede compartir… De manera distinta. Eso si no es riqueza, no sé lo que es.

Ya escribí sobre este tema (ahí) pero no me canso. Los idiomas son una forma de vida. La vida sin conexiones no es la vida. Saber idiomas te permite conectar con gente diferente, y de manera muy profunda e intensa. Estaría muy aburrida sin conexiones. Sin la gente. Sin la vida (obvio esto, pero se me entiende, no?).

 

Yo hablo, tú hablas, él habla… Seguro, ¿todos hablamos?

Al irme a Nueva Zelanda, pensé que iba a practicar mi inglés más que nunca. Yo, enamorada de este idioma, me emocionaba con solo pensarlo, porque llevaba ya muchos años soñando con vivir en un país anglófono, donde en los paquetes de galletas se leía “chocolate biscuits”, en cuyas calles se podía oír la r inglesa y un acento que todavía no conocía (ya sé que me emociono con poco…).

Pero tampoco me ilusionaba, porque sabía que viajando uno no habla el inglés de Shakespeare, como se suele decir, sino el inglés de calles, el inglés extranjero, con calcos y palabras que todos intentan incluir sin que nadie se dé cuenta, con un objetivo muy práctico: comunicarse.

Entonces me fui yo, enamorada del inglés, ya capaz de comunicarme en la calle y hablar de filosofía y cocina… Y sorprendida lo fui, porque al primer mes, me encontré en un hostal lleno de latinos, que además inglés poco hablaban. Entonces ahí más que cualquier otro idioma hablé español, sintiéndome bastante afortunada, ya que no había fronteras entre la gente y yo, y las puertas para saciar mi curiosidad estaban todas abiertas. Cuando dejé el sitio para seguir viajando, era como si me hubieran quitado anteojeras – veía los mates en la playa, oía los “boludos” y se me entraban las ganas de hablar español al oírlo.

Cuando lo pienso ahora, cuatro meses después, las palabras que me vienen a la mente son todas positivas, por la cultura que tuve la oportunidad de descubrir de manera muy espontánea, y también porque me enseñó lo útil pero sobre todo lo GENIAL (o chido, copado, chévere, rebueno u otras expresiones que todavía me quedan por aprender) que es poder comunicarse sin pensar en un idioma que no es tu lengua materna. Los científicos dicen que hablar varios idiomas es bueno para la mente, pero también permite entender al otro que creció conociendo realidades diferentes de las tuyas, permite darse cuenta de que al final las fronteras las pusimos los hombres y que todos nos reímos de lo mismo, todos lloramos por razones similares y todos podemos ser tolerantes si lo queremos ser. Sin hablar el mismo idioma también se puede hacer todo esto, pero no siempre* es tan intenso ni tan natural como cuando dos hablan el mismo idioma.

*con una mirada o un abrazo también se pueden sentir cosas. Pero con palabras se puede decir muchas cosas más.

inefable palabra

Con hablar los tres idiomas que conozco en un mismo día durante unas semanas, noté que con casi cada meta de comunicación que tenía en la mente, las palabras me venían en un idioma u otro. Si pensaba en hablar con tal o tal persona, mis preguntas se formaban en su idioma. Así que durante estos meses mi mente se transformó en un festival de idiomas; pensaba en buscar un ingrediente antes de ir al supermercado y la conversación con mi misma se hacía en inglés; iba a mandar un mail a mi familia y en mi mente ya estaba escrito en francés; en el hostal, las camas las cambiaba en español con mi amiga argentina.

Ahora que mi cerebro sabe saltar entre lenguas, puedo entender cómo funciona; casi es magia… Con palabras españolas mi mente se hace más desordenado pero todo tiene sentido; en inglés, mis ideas son más precisas, más claras, más directas; las palabras francesas me ayudan a hablar del pasado, de sentimientos felices con más intensidad.

Estoy aprendiendo danés, espero contaros cómo se siente mi mente al utilizar ese nuevo idioma…

español en el mundo